Севильский озорник, или Каменный гость - страница 2

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Juan
(Con tan justa pretensión,

Aparte

gozoso me parto a España).

Vase don Juan y entra el Rey

Pedro
Ejecutando, señor,
lo que mandó vuestra alteza,
el hombre…
Rey
¿Murió?
Pedro
Escapóse
de las cuchillas soberbias.
Rey
¿De qué forma?
Pedro
De esta forma:
aun no lo mandaste apenas,
cuando sin dar más disculpa,
la espada en la mano aprieta,
revuelve la capa al brazo,
y con gallarda presteza,
ofendiendo a los soldados
y buscando su defensa,
viendo vecina la muerte,
por el balcón de la huerta
se arroja desesperado.
Siguióle con diligencia
tu gente. Cuando salieron
por esa vecina puerta,
le hallaron agonizando
como enroscada culebra.
Levantóse, y al decir
los soldados, «¡Muera, muera!»,
bañado con sangre el rostro,
con tan heroica presteza
se fue, que quedé confuso.
La mujer, que es Isabela,
que para admirarte nombro
retirada en esa pieza,
dice que fue el duque Octavio
quien, con engaño y cautela,
la gozó.
Rey
¿Qué dices?
Pedro
Digo
lo que ella propia confiesa.
Rey
¡Ah, pobre honor! Si eres alma
del hombre, ¿por qué te dejan
en la mujer inconstante,
si es la misma ligereza?
¡Hola!

Sale un criado

Criado
¿Gran señor?
Rey
Traed
delante de mi presencia
esa mujer.
Pedro
Ya la guardia
viene, gran señor, con ella.

Trae la guarda a Isabela

Isabela
¿Con qué ojos veré al rey?
Rey
Idos, y guardad la puerta
de esa cuadra. Di, mujer,
¿qué rigor, qué airada estrella
te incitó, que en mi palacio,
con hermosura y soberbia,
profanases sus umbrales?
Isabela
Señor…
Rey
Calla, que la lengua
no podrá dorar el yerro
que has cometido en mi ofensa.
¿Aquél era del duque Octavio?
Isabela
Sí, señor.
Rey
No importan fuerzas,
guardas, criados, murallas,
fortalecidas almenas,
para amor, que la de un niño
hasta los muros penetra.
Don Pedro Tenorio, al punto
a esa mujer llevad presa
a una torre, y con secreto
haced que al duque le prendan;
que quiero hacer que le cumpla
la palabra, o la promesa.
Isabela
Gran señor, volvedme el rostro.
Rey
Ofensa a mi espalda hecha,
es justicia y es razón
castigalla a espaldas vueltas.

Vase el Rey

Pedro
Vamos, duquesa.
Isabela
(Mi culpa [Aparte]
no hay disculpa que la venza,
mas no será el yerro tanto
si el duque Octavio lo enmienda).
Vanse todos

[En el palacio del duque Octavio]


Salen el duque Octavio, y Ripio su criado.

Ripio
¿Tan de mañana, señor,
te levantas?
Octavio
No hay sosiego
que pueda apagar el fuego
que enciende en mi alma amor.
Porque, como al fin es niño,
no apetece cama blanda,
entre regalada holanda,
cubierta de blanco armiño.
Acuéstase. No sosiega.
Siempre quiere madrugar
por levantarse a jugar,
que al fin como niño juega.
Pensamientos de Isabela
me tienen, amigo, en calma;
que como vive en el alma,
anda el cuerpo siempre en vela,
guardando ausente y presente,
el castillo del honor.
Ripio
Perdóname, que tu amor
es amor impertinente.
Octavio
¿Qué dices, necio?
Ripio
Esto digo,
impertinencia es amar
como amas. ¿Vas a escuchar?
Octavio
Sí, prosigue.
Ripio
Ya prosigo.
¿Quiérete Isabela a ti?
Octavio
¿Eso, necio, has de dudar?
Ripio
No, mas quiero preguntar,
¿Y tú no la quieres?
Octavio
Sí.
Ripio
Pues, ¿no seré majadero,
y de solar conocido,
si pierdo yo mi sentido
por quien me quiere y la quiero?
Si ella a ti no te quisiera,
fuera bien el porfialla,
regalalla y adoralla,
y aguardar que se rindiera;
mas si los dos os queréis
con una mesma igualdad,
dime, ¿hay más dificultad
de que luego os desposéis?
Octavio
Eso fuera, necio, a ser
de lacayo o lavandera
la boda.
Ripio
Pues, ¿es quien quiera
una lavandriz mujer,
lavando y fregatrizando,
defendiendo y ofendiendo,
los paños suyos tendiendo,
regalando y remendando?
Dando, dije, porque al dar
no hay cosa que se le iguale,
y si no, a Isabela dale,
a ver si sabe tomar.

Sale un criado

Criado
El embajador de España
en este punto se apea
en el zaguán, y desea,
con ira y fiereza extraña,
hablarte, y si no entendí
yo mal, entiendo es prisión.
Octavio¿Prisión? Pues, ¿por qué ocasión?
Decid que entre.
Entra Don Pedro Tenorio con guardas
Pedro
Quien así
con tanto descuido duerme,
limpia tiene la conciencia.
Octavio
Cuando viene vueselencia
a honrarme y favorecerme,
no es justo que duerma yo.
Velaré toda mi vida.
¿a qué y por qué es la venida?
Pedro
Porque aquí el rey me envió.
Octavio
Si el rey mi señor se acuerda