Севильский озорник, или Каменный гость - страница 8

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de mi deshonra, y mi infamia,
cueva de ladrones fiera,
que mis agravios amparas.
Rayos de ardientes estrellas
en tus cabelleras caigan,
porque abrasadas estén,
si del viento mal peinadas.
¡Ah falso huésped, que dejas
una mujer deshonrada!
Nube que del mar salió,
para anegar mis entrañas.
¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!
Amor, clemencia, que se abrasa el alma.
Yo soy la que hacía siempre
de los hombres burla tanta.
¡Que siempre las que hacen burla,
vienen a quedar burladas!
Engañóme el caballero
debajo de fe y palabra
de marido, y profanó
mi honestidad y mi cama.
Gozóme al fin, y yo propia
le di a su rigor las alas,
en dos yeguas que crié,
con que me burló y se escapa.
Seguidle todos, seguidle,
mas no importa que se vaya,
que en la presencia del rey
tengo de pedir venganza.
¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!
Amor, clemencia, que se abrasa el alma.

Vase Tisbea.

Coridon
Seguid al vil caballero.
Anfriso
Triste del que pena y calla,
mas vive el cielo que en él
me he de vengar de esta ingrata.
Vamos tras ella nosotros,
porque va desesperada,
y podrá ser que ella vaya
buscando mayor desgracia.
Coridon
Tal fin la soberbia tiene,
su locura y confianza
paró en esto.

Dentro se oye gritando Tisbea «¡Fuego, fuego!»

Anfriso
Al mar se arroja.
Coridon
Tisbea, detente y para.
Tisbea
¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!
Amor, clemencia, que se abrasa el alma.

Fin del acto primero


Acto II


[En Sevilla, el palacio real]


Salen el Rey y don Diego Tenorio, el viejo

Rey
¿Qué me dices?
Don Diego
Señor, la verdad digo.
Por esta carta estoy del caso cierto,
que es de tu embajador y de mi hermano;
halláronle en la cuadra del rey mismo
con una hermosa dama de palacio.
Rey
¿Qué calidad?
Don Diego
Señor, es la duquesa
Isabela.
Rey
¿Isabela?
Don Diego
Por lo menos.
Rey
¡Atrevimiento temerario! ¿Y dónde
ahora está?

Adolphe Jean-Baptiste Bayot

Don Diego
Señor, a vuestra alteza
no he de encubrille la verdad: anoche
a Sevilla llegó con un criado.
Rey
Ya conocéis, Tenorio, que os estimo,
y al rey informaré del caso luego,
casando a ese rapaz con Isabela,
volviendo a su sosiego al duque Octavio,
que inocente padece; y luego al punto
haced que don Juan salga desterrado.
Don Diego
¿Adónde, mi señor?
Rey
Mi enojo vea
en el destierro de Sevilla; salga
a Lebrija esta noche, y agradezca
sólo al merecimiento de su padre…
Pero, decid, don Diego, ¿qué diremos
a Gonzalo de Ulloa, sin que erremos?
Caséle con su hija y no sé cómo
lo puedo ahora remediar.
Don Diego
Pues mira,
gran señor, qué mandas que yo haga
que esté bien al honor de esta señora,
hija de un padre tal.
Rey
Un medio tomo
con que absolvello del enojo entiendo:
Mayordomo mayor pretendo hacelle.

(Sale un Criado.)

Criado
Un caballero llega de camino,
y dice, señor, que es el duque Octavio.
Rey
¿El duque Octavio?
Criado
Sí, señor.
Rey
Sin duda
que supo de don Juan el desatino,
y que viene, incitado a la venganza,
a pedir que le otorgue desafío.
Don Diego
Gran señor, en tus heroicas manos
está mi vida, que mi vida propria
es la vida de un hijo inobediente,
que, aunque mozo, gallardo y valeroso,
y le llaman los mozos de su tiempo
el Héctor de Sevilla, porque ha hecho
tantas y tan extrañas mocedades,
la razón puede mucho. No permitas
el desafío, si es posible.
Rey
Basta.
Ya os entiendo, Tenorio, honor de padre.
Entre el Duque.
Don Diego
Señor, dame esas plantas.
¿Cómo podré pagar mercedes tantas?

(Sale el Duque Octavio, de camino.)

Octavio
A esos pies, gran señor, un peregrino,
mísero y desterrado, ofrece el labio,
juzgando por más fácil el camino
en vuestra gran presencia.
Rey
Duque Octavio…
Octavio
Huyendo vengo el fiero desatino
de una mujer, el no pensado agravio
de un caballero que la causa ha sido
de que así a vuestros pies haya venido.
Rey
Ya, duque Octavio, sé vuestra inocencia.
Yo al rey escribiré que os restituya
en vuestro estado, puesto que el ausencia
que hicisteis algún daño os atribuya.
Yo os casaré en Sevilla con licencia
y con perdón y gracia suya;
que puesto que Isabela un ángel sea,
mirando la que os doy, ha de ser fea.
Comendador mayor de Calatrava
es Gonzalo de Ulloa, un caballero
a quien el moro por temor alaba,
que siempre es el cobarde lisonjero.
Este tiene una hija en quien bastaba